Cosas que aprendí un día y escribo para no olvidar

**Creo en la ciclicidad de las vidas, como en el ciclo del agua - sol, nube, agua -, en la ilusión y en la soledad, hermanas. En la escritura antes que en las palabras y en la lucha interna y externa.**

martes, noviembre 02, 2004

Nostalgia con perro

Las cosas cambian, el mundo evoluciona pero a veces demasiado deprisa. O será que mi corazón y mi cerebro lo hacen despacio. Me refiero a algo en concreto, el mismo espacio en momentos distintos del tiempo. Y adórnalo con magia.

Es justo decir que últimamente estoy muy sensible con este tema debido a que leí "Cien años de soledad" y vi la adaptación a película de "La casa de los espíritus". Todo ello y las circunstancias en sí,
-------------x--------todo tiene una relacion causal---------x-------------------
es decir, que me haya encontrado otra vez en mi habitación, forman un conglomerado de sentimientos.

Ahora ya no es mi habitación en sí. La última vez que estuve allí había, además de mi cama que no es la mia (que es la de mi hermana, que antes fue de mi hermano), mi mesita de noche (aquella que hacía juego con las camas donde dormíamos mi hermana y yo, después mi padre y yo), mi escritorio (el primero que se me compró), la bici estática y, vaya, la tabla de planchar desplegada. Que desilusión, claro, ahora mi habitación es una multitud de muebles y enseres que no forman nada.

Cuando se hizo la ducha me apoderé de ella. Ahora está vacío el armario que yo llenaba de pinturas, peines, coleteros, orquillas, jabones... Mi armario tiene frío también.

¿Y la caja de las fotos? Allí se guardaban las notas - que ella tiró-, los álbunes, aquel joyero que pasó tantos años sin estrenarse. Y tantas otras cosas. El día que me puse a buscar un ladrón y no sabía dónde mirar, encontré la no-caja, las fotos apiladas en el maletero, sin más.

Muchos cambios.

Ahora ella se ha ido. Y la que no es ella se queda sola. Un piso demasiado grande para una persona sola. A mí se me caen encima los recuerdos, no el techo.

Muchas veces me acuerdo de cuando se me cayó el walkman de mi hermano. Ese rojo que le regalaron por Navidad, creo que lo rompí. Allí, te diría el lugar exacto. Ya no hay más baraja de cartas incompleta y desparramada por el cajón de la mesita del teléfono. Han pasado por ella tres teléfonos: el de rueda al cual mi padre le puso un candado para que no llamáramos, el nuevo con teclas de pulsar y el de ahora que lleva incorporada una pantallita y un sin fin de teclas sin utilidad aparente. Una lavadora al día, no sé cuántas pondrá ahora, yo una a la semana en mi casa.

¿Y todo esto para qué? Para poner de manifiesto mi nostalgia. Que entre que nos hacemos mayores y que no nos llevamos bien esto es cualquier cosa menos una familia. Y no sé si nos queremos. Llegué a escribirlo, uf.

Os llamaré.