Cosas que aprendí un día y escribo para no olvidar

**Creo en la ciclicidad de las vidas, como en el ciclo del agua - sol, nube, agua -, en la ilusión y en la soledad, hermanas. En la escritura antes que en las palabras y en la lucha interna y externa.**

miércoles, diciembre 21, 2005

la desertización en su corazón

Barría la sala con resignación porque le tocaba hacerlo a ella y "tú o nadie". Mientras pasaba el cepillo y paseaba el recogedor trataba de recordar de dónde había salido tal o cual papel que ahrao moraba en su suelo.
No recordaba bien lo que había pasado un par de días atrás en su apartamento. O fueron más. En cualquier caso le había tocado barrer las sobras. Como siempre.

Uno de sus libros favoritos tirado debajo del sofá. Los Cien años de soledad le pare´cían pocos ante la desolación del paisaje de su hogar. En la dedicatoria ponía:

Desde Aquí - en el espacio - para ti,
y que recobres al menos 100 años - en el tiempo-
de tu soledad para aprenderte sin miedo.
Magia + Fantasía + Realismo
Te gustará.
De tu amigo.
(un par de años atrás).

Un amigo que tampoco era de aquellos de los que miras con otros ojos. Un amigo que supo acertar. Se habían manchado las tapas del libro. Empezó a recordar el momento en que el vino se vertió en la mesa, después de haberle leído uno de los grandes pasajes.
Cien años de soledad en rojo vino. Quedaba romántico - pensó sonriendo y guardándolo-.

Descuidadamente, en un rincón, encontró una hoja escrita que le dio que pensar. El cuento de un marciano que "pensativo y despistado, anda por Marte un marciano con las antenas alegres por un amor que ha encontrado".
Me suena esta canción, sí.
Oh... Qué ocurrió para que alguien quisiera escribir de marcianos, canciones y las trenzas de ella.
Quién sabe. TAmpoco le dio mayor importancia.

El amor estaba perdiendo la dimensión adecuada que corresponde a un nivel de ilusionamiento esencial. Ya todo era frío y mentira. Antes sólo era sin inocencia y ahora sin verdad. Por eso, escribiera quien escribiera, por muy bueno que fuera y grandes sus sentimientos, no podía ser nadie.

A medida que limpiaba sentía crecer la desertización en su corazón. Era como el vacío absoluto que nunca se llenará. Y a la vez sonreía con la ilusión de encontrar un nuevo amor que le diera otra visión del mundo. ¡Qué injusto para Él!

- Una puta del amor que no sabe lo que quiere y que nada le sale bien -

En el cenicero había colillas de colores, de los del carmín de las invitadas. Las colillas eran personajes de cuentos más o menos quemadas y más o menos teñidas. En su momento, el tiempo consumió los cuentos como hizo con los cigarros, sin necesidad de aspirar. Se aspiran solos.

Al final cenizas. Siempre fue así. Pues compra un nuevo paquete.