Quien ya no soy y sí soy.
Siempre le di demasiada importancia a lo grande y a lo pequeño, la manera de complicarse la vida sin motivo y no volverse loco en el intento. Sólo un poco neurótico. Sí. Siempre le di demasiada importancia a lo que pensaría el de al lado si fuera sin peinar o si mi ropa no conjuntara. Vale. Le di demasiada importancia al hecho de mirarme al espejo. Y después de mirarme y preguntarme, me equivocaba buscando en él, en el reflejo, no a mí sino la imagen de alguien que no era yo. De la misma forma que no me encontraba, no me conocía y a partir de ahí la farsa en la que se convierte la vida de quien no sabe quién es y juega a ser otro. Y así funcionaba la máquina ~ y aun así ~.
Siempre fui indisciplinada pero con demasiado sentido de la responsabilidad. En este lienzo iba pintando mi cuadro de colores mezclados y contrapuestos. De aquellos que no combinan porque no se puede ser dos cosas distintas y a la vez. De un extremo tiraba el no querer hacer y del otro el saber que debía. Otra vez jugando a no ser quien soy.
Hace no tanto tiempo entendí lo que no está bien, lo que no va conmigo y que me acompañaba. Miré mis tobillos y descubrí el verdadero lastre. Una vez reconocido el virus, la vacuna. Y a eso me dedico, a vacunarme de lo que no soy, y ahí ando, y ahí voy. Contenta porque sé, satisfecha cuando lo hago realidad y feliz de entender que mis ojos no están cerrados.
Todo ello a pesar de que aún me preguntan qué quiero y no termino de saber responder.
Pero ahí voy.
Aprendí [hace tiempo] que quien me quiere, lo hace por cómo soy (y lo hace...) y que lo importante es ser uno mismo [ y si no te gusta lo que hay...].
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