poemas b
18
Soy bella, oh mortales, como un sueño de piedra,
y mi seno, que a uno tras otro ha martirizado,
está hecho para inspirar al poeta un amor
eterno y mudo igual que la materia.
Yo reino en el cielo como una esfinge incomprendida;
uno un corazón de nieve a la blancura de los cisnes;
odio el movimiento que sale de sus límites,
y nunca lloro ni nunca río.
Los poetas, ante mis impresionantes posturas,
que parecen tomadas de los más audaces monumentos,
consagrarán sus días a austeros estudios;
pues tengo, para fascinar a estos dóciles amantes,
puros espejos que hacen todo más bello:
¡mis ojos, mis grandes ojos de claridades eternas!
20
En los tiempos en que la Naturaleza con su podera inspiración
condebía a diario hijos monstruosos,
me hubiera gustado vivir junto a una joven giganta,
como un gato voluptuoso a los pies de una reina.
Me hubiera gustado ver su cuerpo florecer con su alma
y crecer libremente entre sus terribles juegos;
adivinar si su corazón albergaba una lóbrega llama
en las húmedas nieblas que flotarían en sus ojos;
recorrer a placer sus magníficas formas;
trepar por la vertiente de sus rodillas enormes,
y a veces en verano, cuando los soles malsanos,
cansada, la hicieran tenderse en medio de los campos,
dormir a piera suelta a la sombra de sus senos,
como una aldea apacible al pie de una montaña.
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Baudelaire. Las flores del mal.
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