Nacía desde mi vientre la energía capaz de encender la luz de tu mirada, pero tú... dejas los ojos cerrados o miras a otro lado. Y me rebota agujereando mi cerebro y mi estómago.
Suavemente, en la oscuridad y a tientas, relames la herida en sueños, con los ojos cerrados.
Y yo... me enrosco, gatuna, alrededor de tu pierna para dormir la noche tranquila, mecida por las sonrisas, aceptando el destino por culpa de una mitad universal que tanto entiendo.
Así, enroscada y descuartizada me duermo... hasta mañana...
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