y jo
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Hubiera arrastrado Veinte poemas de amor
y una canción desesperada
a través de oceanos de tiempo
hasta encontrarte.
Y qué importa que tuviera que lamer tus heridas
o recoger las migas del mantel
o fregar los platos de tu comida.
Qué importa que tuviera que quedarme despierta
y hablarte
hasta las cuatro, hasta el amanecer
hasta el desvelo de los pájaros de tu corral
o hasta la mitad de tu colon.
Cada día te recorrería con mis dedos
para aprenderme cada día cada músculo
de ese cuerpecito tuyo enfermo,
de cuasi podrido pensamiento.
Y no tener cada día que recorrer con mis dedos
la almohada de tus sueños,
entre mis piernas y brazos,
aprendida por mis dedos llorosos.
Así sería si ese PARA SIEMPRE
hubiera sido precedido de mi nombre.
Por eso mendigué un jo, y otro, y otro
Y resulta que no besarias ni a tu madre.