Érase un niño que se lanzaba a la aventura.
Érase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días,
y en el primer objeto que miraba y aceptaba con
asombro, piedad, amor o temor, en este objeto se convertía,
y ese objeto se ha´cia parte de él durante el día o una parte
del día... o durante muchos años o largos ciclos de años.
Las primeras lilas se hacían parte de este niño,
y la hierba y el dondiego de día, blanco y rojo, y el trébol,
blanco y rojo, y el canto del febe,
y los corderos nacidos en marzo y los lechones sonrosados
de la marrana, y el potro de la yegua y el ternero de la vaca
y la pollada ruidosa en el corral o junto al fango de
estanque, y los peces que se suspenden tan curiosamente
allá abajo, y el hermoso y curioso líquido, y las plantas
acuáticas con sus cabezas gráciles y planas... todo se
hacía parte suya.
Y los brotes de abril y de mayo se hacían parte suya...
los retoños del grano en inivieno, los del maíz
amarillento y las raíces comestibles del huerto,
y los manzanos frloridos y el fruto después... y las
bayas... y las hierbas más vulgares de los caminos;
y el viejo borracho que se tambalea hacia casa desde el
retrete exterior de la taberna, de donde acababa de levantarse,
y la maestra que pasaba de camion a la escuela... y los
afectuosos muchachos que pasaban... y los
pendencieros... y las cuidadas muchachas de mejilllas
frescas.... y el muchacho y la muchacha negros con pies descalzos,
y todos los cambios de la ciudad y del campo adondequiera que iba.
(...)
las dudas diurnas y las dudas nocturanas... y el si y el cómo extraños,
si lo que parece ser así es así... o si no son más que
destellos y manchas,
hombres y mujeres apretujándose en las calles... si no son
destellos y manchas, ¿qué son?
las calles mismas y las fachadas de las csas... las mercancías
de los escaparates,
vehículos, caballos de tiro, embarcaderos de tablones, y el
enorme tránsito de los ferris;
el pueblo en la colina visto de lejos al ocaso... el río
entre ambos,
sombras, aureola y bruma, luz cayendo en los tejados y
aguilones blancos o pardos, a tres milllas de distancia,
la goleta cercana cabeceando soñolienta con la marea, el
pequeño bote remolcado a popa con el cabo flojo,
las olas que corren y voltean y las crestas que al chocar
se rompen con rapidez;
los estratos de nubes multicolores... la larga franja de
tinte castaño solitaria... la extensión de pureza en la
que flota inmóvil,
el filo del horizonte, el cuervo marino en vuelo, la fragancia
de la marisma y el cieno de la playa,
todas estas cosas se hicieron parte de aquel niño que se
lanzaba a la aventura todos los días y que se lanza ahora
y se lanzará a la aventura cada día,
y todas estas cosas se hacen parte de aquel o aquella que
ahora las lee atentamente.
BUENO, el poema es demasiado largo pero vale la pena, es como un cuadro. El día menos pensado lo pintamos en una tela. El autor el señor Whitman.
Como verás, Javi, estoy leyéndolo eh! para ti el poemita del niño, señor peter pan (lo de las lilas te queda genial)