Una niña de sonrisa seria y mirada perdona vidas se esconde detrás de la pernera del pantalón del incauto que la ama. Y todo parece tranquilo, el mundo no es un escenario tan ininteligible e inóspito. Él explica la irrealidad que se vive ahí fuera con la misma facilidad con que construye su realidad. Y no es una oreja donde acostarse ni una canción ni es el mundo de locura abstracto y reivindicativo ni es solo sonrisas o solo recuerdos presentes.
Ni pinta ni despinta. Ni es el vecino de al lado siquiera.
La desertización ya no avanza y algunos pensamientos crecen en la ventana. El jardín se riega dos horas cada día, cueste lo que cueste y sin celebraciones puntuales por ser cada noche una fiesta. Agazapada sin necesidad de escudos ultraespaciales antipersonas ni explosiones solares ni cualquier tiempo pasado fue mejor.