10.00
Por la mañana cuando no se tienen ni ganas ni nada mejor que hacer más que soñar despierto me revuelvo en mi asiento y cierro los ojos.
El tiempo y los árboles pasan a mi lado de refilón.
Estaría mejor flotando en la nada. Imagino que hay un cuerpo pegado al mio, abrazándome suave y después fuerte. De aquella manera reconfortante en la que te abraza un amigo al que hace mucho tiempo que no ves. Y unas manos me acarician el pelo. Y me chorrea ternura por la nuca, por la espalda hasta el muslo y la rodilla. Pagaría por estar metido en una escena así, o no, porque si pagara sabría a transacción comercial.
Los árboles quedan atrás y el tiempo se me echa encima.
Apoyaría la cabeza en el hombro de ese cuerpo y respiraría hondo. El universo se hace tan pequeño en esos momentos. Achícame el universo a cacerolazos pues lo tengo inundado de quehaceres, le diría. Y ella me apretaría lo que me retuerce hasta ahogarlo.