Volando con uve.
Que si te vas, vete. Que si vuelves, vale.
Que sí, que yo sigo.
Sigo yendo si me voy y vale, si vuelvo.
Aprendí que debería darme igual que se vaya - aunque vuelva -.
Y me lo da.
**Creo en la ciclicidad de las vidas, como en el ciclo del agua - sol, nube, agua -, en la ilusión y en la soledad, hermanas. En la escritura antes que en las palabras y en la lucha interna y externa.**
Que si te vas, vete. Que si vuelves, vale.
Ella sonreía con media boca y la otra media para los peces. Movía las caderas segura de sí misma y se miraba en el reflejo del portal. Se colocó el pelo, entró y subió.
Esta tarde me crucé con una señora que llevaba un ladrillo en una mano y el bolso en otra. Lo raro es que no fuera uno dentro del otro para esconder, al menos.
A veces nos miramos.
Cuando nos conocimos él tenía la cara llena de granos y yo el pelo sucio pero aquello no importaba, eran otros tiempos. Exigir minucias de aquel calibre estaba de más. La emoción de encontrar y el latir inocente hacían de mi pelo un elemento invisible.
Desperté con la luz molestándome en los ojos, los párpados se veían anaranjados. Era como que me enfocaba la luz de las luces para que dejara de dormir, vete ya. No miré a mi alrededor porque no necesitaba buscar respuestas a preguntas mañaneras. Solo me importaba la puerta del baño y mis ojeras. Hice lo propio de una señorita en casa ajena y cerré la puerta tras de mí.
Antonio Pérez es el ratón que vive en el coche con cartel. Cuando te montas te regala cuentos y ganas. A media sonrisa y media mirada dice:
espera tu turno, observa la luz.
Un día Lápiz me dijo:
Hoy me quité un peso de encima.
Jugamos a acariciar labios,